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28 de Marzo de 2024

Opinión

El escorpión y las ranas

Imagínate que un día alguien te diga que desea componer una obra musical y que requiere de tu apoyo para lograrlo. Y que esa misma invitación se extienda a otros músicos o compositores con la misma intención.

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Imagínate que un día alguien te diga que desea componer una obra musical y que requiere de tu apoyo para lograrlo. Y que esa misma invitación se extienda a otros músicos o compositores con la misma intención.

Imagínate que alguien desea construir una obra pero requiere de otras personas. Y que al igual que en el ejemplo anterior se invita a ingenieros, arquitectos e inversionistas, quienes acceden a colaborar.

La suma de energías, que da como resultado lo que se conoce como sinergia, por lo general permite alcanzar objetivos más elevados que no se podrían lograr de manera solitaria.

Queda claro que en los dos ejemplos los méritos de lo logrado, una buena pieza musical o una buena obra de infraestructura, queda repartido entre todos los que intervinieron, o al menos así debería ser.

Siguiendo en el plano de las suposiciones: La obra musical resulta ser un éxito, pero  quien pidió apoyo en vez de compartirlo, como debería de ser, decide adjudicarse la autoría única y no reconoce a los demás que colaboraron.

Y qué pasaría si la construcción gana premios por su innovación, por su utilidad a una causa social o por lo que sea, y quien pidió apoyo a los demás, nomás no se los reconoce.

Lo primero que cualquier mortal señalaría es que no hallamos frente a casos de plagio, considerando que no se respetaron los derechos de los otros autores. Expresado de otra forma no hallamos frente a casos de “gandallismo”, palabra que aunque no está en el diccionario de la Real Academia Española, todos sabemos que coloquialmente se refiere al excesivo abuso que hace alguien para obtener un beneficio.

Algo así está ocurriendo en el ámbito de la política en México: el gobierno federal, emanado del PRI, convoca a todos los partidos políticos y les vende la idea de la necesidad de hacer reformas necesarias para “mover a México”.

Los partidos de oposición responden a ese llamado y entre todos sacan numerosos cambios a leyes federales, incluyendo a la propia Constitución, algo que sólo el PRI no hubiera podido alcanzar.

Sin embargo, a unos meses de ocurridas las reformas, se hace presente el agandalle político: un solo partido, el PRI, en spots de radio y televisión, así como en desplegados de prensa y otros canales de comunicación, se presenta como el gran reformador único.

La referida publicidad va en este sentido: “Gracias al PRI ahora las llamadas de larga distancia son gratis, gracias al PRI mejora el servicio de internet, gracias al PRI, la electricidad cuesta menos”, etcétera.

Si algún día las mentadas reformas reportan algún beneficio, de manera alguna puede considerarse como un logro único del PRI, sino de todos los partidos que apoyaron. Esto sería lo correcto y educado.

Lo que me llama la atención es que ninguno de los partidos y que ahora podemos decir fueron utilizados para que el PRI salude con sombrero ajeno, presumiendo logros, que por cierto, ni siquiera son verdaderos, como la supuesta baja en las tarifas eléctricas, porque en realidad ha ocurrido todo lo contrario.

El primero que debería poner orden es el gobierno federal porque fue quien convocó a todos los partidos, pero por razones obvias ni lo ha hecho ni lo hará.

Se me hace una acción de muy mal gusto el “agandalle” político con fines electoreros. Me recuerda  a la fábula del escorpión que le pidió al a rana que lo ayude a cruzar el río con la promesa de que no la picaría… cosa que siempre si hizo por su propia naturaleza.

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