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25 de Abril de 2024

Opinión

#OPINIÓN: ¿Rescatando al soldado Gutiérrez?

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Por Javier Gutiérrez

No hace muchos ayeres, los sempiternos adláteres (¡Dios mío, otra vez mis palabras domingueras que pensé ya no saldrían a relucir jamás luego de que descubrí mi alergia a lo podrido!) del desvencijado sistema que acarreamos los mexicanos y que pululan incrustados en la multimedia de hoy, me hicieron una interesante invitación:
–¿Por qué no vuelves a escribir por encargo para algún medio y nos obsequias con un artículo sobre López Obrador? No importa la temática que abordes. Para bien o para mal, lo importante es hacer ruido, mucho ruido… ¿Estás desempleado, no? Ésta podría ser una oportunidad de oro y que te pondría bien en la percepción que se tiene de tí por parte de quienes siempre nos vigilan a los escribidores de a tanto la palabra–, planteó la voz al otro lado de esa llamada… Sentí una punzada en mi oído interno y recordé la intervención de mi teléfono. El micrófono que duerme a mi lado y al que recargo sentimentalmente.
–¡Vaya!– me interpelé a mí mismo… Qué jodidos seguimos como para que se me convide (inmerecidamente) a seguir escribiendo cosas que no son y a callar lo que es.
Diecisiete años. Recordé. Y viajé ipso facto a los estertores agónicos que marcaron mi estrepitosa salida del “negocio” de la comunicación humana. Quise dar rienda suelta a mi fecunda imaginación, aunque las palabras al otro lado del celular seguían fluyendo.
–P-Pero, ¿por qué el tabasqueño–, atajé… Tan fregada está la senda que lleva a la conservación del poder, que hay que hacer mucho ruido, sucio e hiperdecibélico, para que toda la mierda del mundo le caiga en la frente a quien acapara hoy día los reflectores a la víspera del dos mil dieciocho.
Luego agregaría: “¿Sabes por qué colgué la cámara y el micrófono, guardé la libreta y el bolígrafo?”. Y seguidamente me acordé de Kathy Bates en su magistral interpretación de la enfermera Annie Wilkes que atormentara a un secuestrado e inmovilizado James Caan, quien daba vida al escritor de novelas comerciales Paul Sheldon en el thriller de Stephen King, “Miseria”, conminándolo a escribir bajo presión psicológica y a torcer los hilos de una historia que se antojaba truculenta.
Le dije a la voz que me escuchaba: “Annie era una enfermera afectada por un Trastorno Disociativo de la Personalidad; no era un cantinero metido a comunicador por intereses del Cisen, que manejaba el espionaje político con un disfraz periodístico, siempre opinando y halagando al oído del amo con perruna disposición”.
–Ya no soy reportero desde hace casi veinte años –acoté en la inesperada charla, en la que insistían, me hablaban de vigilar mi estado financiero con vistas a mi inminente jubilación. “Saldrías de tus penurías económicas e, incluso, podrías besar el anillo del Papa Francisco; armarías tu propia estación de noticias con voz e imagen. Casi El Todopoderoso de Irving Wallace”.
Nunca estiré la manó. Jamás le saqué jugo a la mejor nota periodística, la que jamás se publica, la que se vende, recordé. Me retiré asqueado de un sistema poluto en donde se entremezclaban las pasiones políticas ante la mirada de un pueblo impávido al que de vez en vez le lanzaban unas migajas para soportar los calambres del estómago. Esos juegos del hambre, en los que ya no tenía cabida. Tampoco estaba químicamente puro ni mentalmente asociado para lidiar con reses bravas.
Con el devenir de los días, por los intereses de mi interlocutor, cayó en mi buzón un resumen de José Agustín Pinchetti, en el que analiza los pros y contras de Andrés Manuel y el sino al que necesariamente habría de enfrentarse luego de cuarenta años de, supuestamente enhilar una lucha versus el corrupto sistema.
Bueno, cada quien en su trinchera –aposté–, nunca fuí político aunque tuve una intentona burda y falaz al lado de un escribidor supuestamente traumado por la muerte de su padre, a quien presuntamente el propio sistema le habría asesinado. Algo muy parecido a lo que le pasó al Manuel Buendía del siglo anterior.
No obstante, me han insistido, la oferta sigue en pie. “Cambia los circuitos eléctricos por las palabras comerciales, ¡ y verás cómo te cambia la vida!”. Bueno, aun no llego al Sinsajo de los años dorados, pero te prometo que lo pensaré.

Este texto fue editado por el equipo de redacción de ProgresoHoy.com. Colabora con nosotros enviando reportes, quejas ciudadanas, o noticias a nuestras redes sociales, escribe a nuestro correo [email protected], o envía mensaje, fotos o vídeos a nuestro WhatsApp al número 9991-501547.

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