México está de luto, una vez más. En pleno siglo XXI cuando vivimos en la era del conocimiento y del auge de las tecnologías, los mexicanos somos víctimas de un ataque certero a la libertad de expresión con el despido de todo un equipo de investigación que dirigía Carmen Aristegui.
Demasiadas coincidencias como para creer que se trata, como apresuradamente lo planteó la Secretaría de Gobernación, de un simple desacuerdo o lío laboral entre particulares.
Entre los aspectos relevantes podemos considerar los siguientes:
a) La periodista Aristegui se ha distinguido por sus investigaciones que definitivamente han afectado o por lo menos incomodado al actual sistema de gobierno. Entre estas investigaciones figura la exhibida que dio a Cuauhtémoc Gutiérrez, ex dirigente del PRI en el D.F., por la red de prostitución que éste había creado desde su cargo, ofreciendo puestos de trabajo y otros beneficios a cambio de favores sexuales.
b) Pero no sólo afectó o incomodó al PRI capitalino, también lo hizo al evidenciar la existencia de una lujosa residencia propiedad de la familia de Peña Nieto, que apareció registrada a nombre de una constructora que ha ganado contratos durante los gobiernos de Enrique Peña Nieto y con un valor de 7 millones de dólares. Horas más tarde la Presidencia intentó aclarar que la propiedad era de Angélica Rivera, quien está casada con el mandatario bajo el régimen de bienes separados. ¿Recuerdan al vídeo en el que se puso en evidencia la profunda molestia de la señora cuando salió a fijar su postura sobre este asunto?
c) Otra casualidad es que el despido de todo el equipo de investigación sea por la simple alianza con la plataforma Mexico Leaks, plataforma independiente de denuncia ciudadana y transparencia al servicio de la sociedad mexicana para revelar información de interés público. Expresado en otras palabras, la nueva relación de Aristegui y sus reporteros con Mexico Leaks tenía como finalidad obtener mayor información sobre casos de corrupción en México, algo que desde luego no podía permitirse. Una alianza que representaba un mayor riesgo para el sistema.
d) Una casualidad más es que este despido ocurre precisamente cuando están a punto de iniciarse las campañas electorales, un proceso intermedio en el que el PRI no anda muy bien parado. Y que todo parece indicar que el miedo a que salgan más trapos sucios pudo más que la mesura. Aunque se trata de una elección intermedia, lo que está en juego es el verdadero poder del presidencialismo que radica en la Cámara de Diputados.
El despido de los periodistas debe ser un llamado de atención a toda la sociedad mexicana. En este caso existe un evidente agravio a los derechos laborales de los trabajadores, pero el mayor ataque es la sociedad entera. Hoy más que nunca, ante el evidente avance de la corrupción y de los ataques de los derechos humanos, los mexicanos tenemos que estar enterados con un periodismo valiente como el que ejerce la señora Aristegui.
No vengan con el cuento de que el gobierno no tiene nada que ver. Es clara la incomodidad que se ha generado a las altas esferas del poder y es muy difícil pensar que no haya de por medio una reacción contra quien ha puesto en evidencia actos de corrupción.
Como bien lo señaló Luis Botello, director senior de proyectos especiales del Centro internacional para Periodistas, el tipo de periodismo que desempeña Carmen Aristegui en otras partes del mundo era motivo para ganar el premio Pulitzer… Pero aquí la triste realidad es otra.