Descansando, como si acabara de finalizar una competencia así despedimos por última vez a nuestra amiga Dora María Salas Navarrete, mejor conocida en el ámbito deportivo como Doris. Fue su última gran competencia en esta etapa de la vida universal, en una vida donde la materialidad se hace presente con alegría y tristeza, con triunfos y derrotas en la cual todos debemos de transitar.
Nuestra extraordinaria amiga Doris se nos adelanta con un gran paso, pero ella sabe perfectamente que todos la vamos a alcanzar para ir tomados de la mano en ese mundo espiritual donde la fraternidad será para toda la eternidad, allí donde la estarán esperando muchos conocidos que en su momento se marcharon hacia esa luz que nos guiará para toda la eternidad. Hoy quedamos con la tristeza de esa ausencia repentina de Doris, pero la fortaleza que dará recordarla creará nuevas energías en cada uno de los retos deportivos y de nuestra vida cotidiana. Algo que tenía Doris era ese coraje, pujanza y brío que caracteriza a todas las mujeres en este planeta, y en ella se mostraba ese ejemplo en la familia, en el deporte, con los amigos, con todos y en todas partes.
¿Amigos? Ni dudarlo. Su espíritu bondadoso pero a la vez fuerte hizo que muchos y muchas la admiraran. No dudaba en despertarse a las 4 de la mañana para comenzar el diario trajín característico de los entrenamientos; bicicleta, natación, trote, etc., y todo lo que le marcaran en su guía de preparación. Viajaba alegremente y con ese espíritu combativo a eventos deportivos de gran envergadura: Alemania, Estados Unidos, Canadá, fueron algunos países que la recibieron con los brazos abiertos. En uno de ellos estuvo muy cerca de ser víctima de los atentados durante el maratón que acababa de finalizar. Hoy, estará muy contenta de haber partido sabiendo que cumplió. Cumplió con su familia, con sus hijas, con sus hermanos, sus padres, sus amigos y no amigos, con todos sin excepción alguna.
Hoy todos lloramos la súbita partida de Doris, pero al mismo tiempo reflexionamos sobre las sorpresas que nos permite esta vida; bondades y sacrificios, luchas y triunfos cuando recordamos la bella figura de Doris en las competencias. Una mujer que nunca se arrodilló ante la adversidad sino que la afrontó. Una mujer que no se dejaba intimidar, sino que se rebelaba. Esa era nuestra Doris, nieta de una gran mujer progreseña con el mismo carácter y espíritu: La maestra Dora María Ricalde Gamboa, a quien honrosamente tuve el gusto de conocer y tratar por ser mi profesora y guía. Hoy nuestra Doris debe de estar junto a ella, contándole sus proezas pero también sus tristezas, lo común en este mundo.
La vamos extrañar mucho, sobre todo por ese carácter fraterno que emana de todos los buenos deportistas, por esa enjundia que les transmitía a todos a quienes quería apoyar. Por ejemplo, un día se presentó en el estadio, a nuestro estadio “Salvador Alvarado” con un jovencito para entrenarlo. ¿Saben qué deporte practicaba ese joven? Era un beisbolista. Pero le pidieron a Doris entrenarlo y gustosa aceptó. Jóvenes, niños, adultos era parte de su animada plática de siempre. Pidiendo apoyos para su carrera, y apuntalando a todos quienes le solicitaban su ayuda. Esa era Doris Salas Navarrete, la mujer de corazón indómito y leal.
Hoy nuestra Doris seguirá su eterno trote en ese mundo imaginario de paz y dicha acompañada por amigos y familiares, en ese lugar donde algún día estaremos compartiendo con ella ese mundo de praderas sin distancia. En ese mundo sobrenatural que siempre hemos soñado, pues a lo largo de la historia el ser humano ha vivido siempre en dos mundos: el mundo natural y el llamado mundo sobrenatural.
Todos hemos buscado siempre evadirnos del mundo natural y buscar el ámbito que se ha llamado sobrenatural en el que pretendemos reunirnos con antepasados y familiares fallecidos. Ese mundo que todos deseamos y donde Doris ya se encuentra esperando nuestra llegada en cualquier momento.
Descansa en paz queridísima amiga Doris.