El Golfo de México es un lugar increíble para comprender el valor de la biodiversidad. Recorrer sus aguas y sumergirse en ellas supone encontrarse con centenares de especies, incluso algunas de las que ni sospechas había de su existencia.
Desgraciadamente, esta joya es frágil, extremadamente frágil. La explotación de los ricos yacimientos de petróleo que almacena en sus entrañas representa un riesgo latente de contaminación que mantiene en vilo al ecosistema y a todos los seres que alberga.
En busca de un marco de actuación ante esa y otras amenazas, se puso en marcha en 2015 el CIGoM (Consorcio de Investigación del Golfo de México), un megaproyecto en el que, como hemos informado en notas anteriores, 400 científicos de las más prestigiosas instituciones de investigación mexicanas, el Cinvestav Mérida entre ellas, buscan recopilar la mayor información científica posible.
Entre los varios proyectos que acoge el CIGoM, destaca el “Estudio de las comunidades de peces”, una investigación que tiene como uno de sus principales objetivos catalogar las especies que tienen su hábitat en el Golfo, conocer su taxonomía, ecología y distribución.
“El propósito es establecer la línea base —la situación actual en materia de biodiversidad— a fin de poder evaluar cualquier cambio provocado por un derrame de hidrocarburos, la sobrepesca o cualquier otro evento”, explica la Dra. María Eugenia Vega Cendejas, coordinadora del estudio.
El CIGoM nos da la oportunidad de conocer a fondo el Golfo de México, una posibilidad que no se había presentado porque, desafortunadamente, este tipo de investigaciones requiere una inversión millonaria, señala.
“Lo interesante es que esta vez no nos limitamos a estudiar la Plataforma y el Canal de Yucatán, sino fuimos en busca de los peces de aguas profundas”.
En la zona de Perdido, frente a las costas de Tamaulipas, se realizaron muestreos a 3,700 metros de profundidad, que dieron como resultado el hallazgo de una comunidad de peces abisales muy interesantes,
Aunque desde 1954 Estados Unidos comenzó a explorar el Golfo, en la parte mexicana nunca se había realizado un estudio del calado del CIGoM. “Se sabía de la presencia de determinadas especies, pero faltaba corrobar si realmente están y precisar cuáles son, en qué cantidad… Con lo encontrado en estos años hemos formado un gran acervo de información”.
Relevancia
La importancia del estudio radica en que, una vez que se tenga la línea base, la presencia de algunos peces o su abundancia podrán indicar el estado de salud del ecosistema, indica.
La labor de investigación del equipo del Cinvestav ha servido para identificar por primera vez o para corroborar la existencia de una biodiversidad marina digna de proteger. Según los datos aportados por la Dra. Vega Cendejas, tan sólo en Perdido se identificaron 244 especies diferentes de peces y en la parte de la Plataforma y el Canal de Yucatán, más de 200.
“Antes del CIGoM había reportes de la presencia de muchas especies en el Golfo, pero no existían registros, no se precisaba por zona ni por variedad. Esa es nuestra mayor contribución”, puntualiza.
Es precisamente por su biodiversidad y la abundancia de recursos pesqueros que al Golfo de México se le conoce como “El gran ecosistema”, comenta.
“Y eso lo sabemos bien quienes vivimos en Yucatán. Por desgracia, el poco cuidado, la contaminación y la sobreexplotación de los recursos están provocando escasez, pero además que, por ejemplo, el tamaño de los peces que se atrapan sea cada vez más reducido”.
Alcances
El estudio no se limita a elaborar un inventario, también se está evaluando cómo se distribuyen los peces, aclara. Por ejemplo, en la parte somera —lo mismo en la Plataforma de Yucatán que en Perdido— se encontró la mayor diversidad y la mayor riqueza. Doscientos metros más abajo, esta diversidad y riqueza disminuyen, pero a cambio hay otras especies.
“En el caso de aguas profundas, las dividimos en tres gradientes: menos de 150 metros, de 200 a 600 metros y más de 700 metros. En la parte más profunda, obviamente, hay especies singulares, características de estas zonas: peces que toleran altas presiones y bajas temperaturas, que tienen tasas metabólicas más bajas y están completamente adaptados para ser predadores voraces, ya que sus recursos alimenticios son escasos”.
Pocos suben a la superficie, aunque hay algunos de la parte mesopelágica (antes de los 600 metros) que realizan migraciones verticales durante el día o la noche en busca de alimento, pero no llegan hasta arriba porque los cambios de presión son muy drásticos.
Hallazgos
Entre las especies encontradas, algunas podrían resultar nuevas para la ciencia y se hallan ahora mismo en estudio para confirmarlo. Se enviaron muestras para analizar el DNA y corroborar molecularmente si se trata de una variedad desconocida.
“A simple vista son diferentes. Sin embargo, pasa que al subir a la superficie un organismo que vive a 3,000 metros de profundidad el cambio de presión provoca que la parte estructural de su morfología se destruya, lo que dificulta su identificación. En el caso de aguas profundas, necesitamos los fotóforos, por ejemplo, que dan bioluminiscencia a los peces de bajas profundidades y son estructuras que se usan como un carácter taxonómico”.
Objetivo
La Dra. Vega, quien coordinó las campañas oceanográficas que emprendió el Cinvestav, comenta que el proyecto ha exigido un enorme esfuerzo de todos los involucrados. “El trabajo ha sido mucho: se hace la colecta, se traen los organismos, se separan, se colocan en hielo y cada ejemplar es pesado y medido”.
Algunos son sometidos a estudios de contenido estomacal, para conocer cuál es su función dentro del ecosistema. Con esa información, explica, se están elaborando modelos de dinámica trófica, para saber cómo es el funcionamiento del ecosistema de zonas determinadas, como está la producción, la productividad, como se transmite a través de los diferentes eslabones o niveles tróficos, desde los consumidores primarios hasta los predadores tópicos, de lo que se sabe poco, casi nada.
Diversidad y riqueza
También se encontró que en la Península hay diferencias significativas entre las regiones: en el Oeste (Celestún) hay mayor abundancia, pero el Este (cerca del Caribe) cuenta con mayor diversidad debido a que el hábitat es más heterogéneo.
Además de la mayor diversidad, con 121 especies distintas registradas, la zona Este mostró la mayor diversidad beta, que se refiere al recambio de especies de una zona a otra, “lo que implica que esta región tiene más espacios de nicho”.
En lo que se refiere a la profundidad, las zonas someras (menos de 100 metros) presentaron los valores más altos de riqueza de especies. “Obviamente, lo que está cerca de la costa es más rico porque tiene los niveles más altos de productividad primaria”, explica.
“Con los datos que hemos podido recabar en cuatro años de estudios, podemos decir que en términos de riqueza y biodiversidad, el Golfo de México goza de un buen estado de salud. Es una zona muy rica en ese sentido. El trabajo ahora será proteger, conservar este tesoro”.