La historia de Bud Spencer, el actor italiano que ha fallecido hoy a los 86 años, es tan sorprendente como apta para resumir un cierto tipo de cine italiano, europeo y universal. Más allá de filmes como Le llamaban Trinidad, ¡Puños fuera! y Dos súper dos, rodados con o sin su habitual pareja cómica, Terence Hill, el actor transitó por multitud de caminos vitales, algunos de ellos extremadamente inesperados para quienes le conozcan sólo por su faceta de rey de los tortazos.
Nacido Carlo Pedersoli en el barrio napolitano de Santa Lucia (1929), Spencer pasó su infancia y adolescencia bajo las sombras del fascismo y la II Guerra Mundial. En 1947, su familia decidió emigrar a Latinoamérica, lo que llevó a la futura estrella a ejercer como bibliotecario y como secretario del consulado italiano en Montevideo. Tras regresar al país de la bota, se dedicó a la natación, lo que le convirtió en atleta olímpico (Melbourne, 1956, y Roma, 1960) y también en recordman, dejando su marca en la competición de 100 metros libres. Llegado 1951, y ante la oportunidad de intervenir como extra en el Quo Vadis de Mervin LeRoy y Anthony Mann, decidió adoptar un seudónimo que rendía tributo a su actor favorito, Spencer Tracy, y a su cerveza favorita, la Budweiser.
En 1967, tras unos años dedicado a oficios dispares (desde albañil a compositor de canciones para artistas pop) el gigante napolitano se encontró con otro actor secundario, de origen veneciano, que había tenido pequeños papeles en filmes como El Gatopardo de Luchino Visconti. Su nombre era Mario Girotti, pero se hacía llamar Terence Hill. Así, en Dios perdona… yo no, ambos trabajaron juntos por primera vez en un género tan de la época, y del país, como el spaghetti western. La pareja cómica Spencer/Hill consagró su popularidad tres años más tarde, con Le llamaban Trinidad, una cinta de Enzo Barboni donde las variaciones italianas sobre el género de cowboys llegaban a unas cotas de humorismo y desvergüenza que maestros como Sergio Leone o Sergio Corbucci no habrían podido ni imaginar.
Desde entonces, filmes como …y si no, nos enfadamos, Quien tiene un amigo, tiene un tesoro y Dos superpolicías en Miami convirtieron al dúo en eje de una fórmula infalible: Hill era siempre un truhán simpático, mientras que Spencer interpretaba a personajes con un corazón proporcional a su volumen corporal, gruñones pero tiernos y capaces de arramplar con legiones de villanos a base de guantadas cósmicas. Desde 1973, cuando interpretó por primera vez a su personaje Zapatones (‘Piedone’, en el original), Spencer también protagonizó filmes en solitario, como Banana Joe y El sheriff y el pequeño extraterrestre. Al igual que en el caso de sus filmes junto a Terence Hill, los valores de producción eran muy cuestionables y los guiones, repetitivos. Pero qué importaba eso si los cines de barrio se llenaban hasta la bandera.
En 2010, Spencer recibió el premio David de Donatello a toda una carrera, junto a su compañero Hill. Deja esposa y tres hijos.