Por Daniel Jesús Carrillo Polanco
Jorge Mario Bergoglio, el papa Francisco, hizo en México una demostración de humildad y religiosidad, e independientemente de todos los análisis que se han hecho sobre su gira por México, también demostró que la comunicación más potente y más convincente es aquella que se da no sólo con las palabras, sino sobre todo con las acciones.
Las palabras fueron, a decir de analistas, de mucho interés y mucha trascendencia, elementos infaltables para que las declaraciones de una persona puedan ser consideradas como noticia.
El Papa, quien desde el inicio de su pontificado ha demostrado ser una persona humilde y sencilla, sigue honrando tan alta investidura que tiene de ser, ni más ni menos, el representante de Dios en la Tierra.
Veamos algunos aspectos de cómo Francisco comunicó con acciones muy concretas el mensaje que quería dejar no sólo en México, sino en el mundo, pues, aunque estuvo en estas tierras, los medios de comunicación lo llevaron a todos los continentes vía radio, televisión, internet o prensa escrita.
La gira Papal abarcó estados que tienen mucho significado en torno a la realidad que se vive en México. Por ejemplo, escogió Chiapas, considerado uno de los más pobres del país —sino el que más—, en donde habló de los abandonados por el crecimiento económico dispar.
Ahí, el Sumo Pontífice pidió perdón a los indígenas y destacó el papel que cumplen en la protección al medio ambiente. También estuvo en Michoacán, considerado uno de los estados más violentos del país. Ahí el mensaje ya no fue de pobreza, sino que se relacionó con el narcotráfico. Su visita abarcó Ciudad Juárez, donde el tema obligado fue la inmigración.
A diferencia de políticos y autoridades, Francisco no salió de gira a pasear, sino que su ausencia de la Santa Sede tenía objetivos claros y concretos: llevar el mensaje congruente, entre los hechos y las palabras.
El Papa pudo haber escogido lugares menos conflictivos, pero optó por estar en los lugares más difíciles de México, que dibujan la triste realidad de nuestro país. Francisco no buscó el conforte para nada.
Y es que de acuerdo con versiones de diversos medios capitalinos, en un momento dado surgió la expectativa de que este Papa, quien se ha caracterizado por ser claro y directo en sus posturas, podría arremeter contra el gobierno de Peña Nieto y que estaba dispuesto a reunirse con padres de los desaparecidos de Ayotzinapa. Pero ambas cosas no ocurrieron.
Articulistas y medios nacionales señalan que la presión del gobierno mexicano, que negoció con la Santa Sede el itinerario y las reuniones de Francisco, sirvieron para aislarlo. La tensión estuvo latente, ya que la orden a la que pertenece Francisco, los jesuitas, son los críticos más importantes del catolicismo al gobierno mexicano.
El Papa Francisco, como buen diplomático, no enfrentó al poder de facto pero llamó la atención a sus aliados, como la curia, a que no hagan “ojo ciego” ante la corrupción y ante la injusticia.
Otra señal de congruencia, algo que ni autoridades ni políticos son capaces de aceptar, fue la autocrítica. A la propia jerarquía eclesiástica, según reportes de varios medios, la criticó en diversos momentos por los chismes, por su opulencia y la comodidad en que se ha visto envuelta.
Francisco, a sus casi 80 años de edad —los cumplirá el 17 de diciembre próximo—, el obispo de Roma desarrolló una gira incansable durante los seis días que estuvo en el país. Cuando se fue se le notaba el cansancio, pero sin perder la sonrisa de esperanza. La partida del Sumo Pontífice fue en medio de lágrimas de muchos mexicanos, lo que significa que logró tocar los corazones ante un México tan convulsionado por la corrupción.
El Papa les cumplió con creces a los mexicanos y a México.