/ COLUMNA DE OPINIÓN DE EPIGMENIO IBARRA ALMADA /
“Con los pobres de la tierra,
quiero yo mi suerte echar…”
José Martí
No son su “clientela”, como despectivamente la llaman los enemigos del Presidente, son 52.4 millones de seres humanos en situación de pobreza más 8.6 millones de personas altamente vulnerables a la misma; en conjunto representan el 49% de la población de este país. Junto a ellos, desde que comenzó a trabajar en los camellones chontales, es que Andrés Manuel López Obrador, ha querido echar su suerte. Lo acaba de hacer de nuevo, en esta hora grave para México y para la humanidad, en el patio de honor de Palacio Nacional.
Con rabia inusitada y un furor golpista aparentemente incontenible se le fue encima al Presidente la derecha conservadora y el coro, casi uniforme, de periodistas, intelectuales y “líderes de opinión” que se lanzaron a una nueva y masiva operación de linchamiento mediático. “No habló de quienes realmente hacemos que este país salga adelante”, y mienten —porque sí habló de ellos, pero no sólo de ellos— y lo tildan de comunista, de populista, de ciego. Lo acusan de conducir el país al fracaso.
Y todo porque su apuesta central y la de su gobierno es por los pobres. No toleran que haga tanto énfasis en ellos, que los programas de bienestar tengan ya rango constitucional, que no puedan acabar de un plumazo con “Sembrando vida”, la pensión a los adultos mayores, las becas a niñas y niños, los “Jóvenes construyendo el futuro”. Los pobres les molestan; los irritan. Su sola existencia da testimonio del fracaso del proyecto político-económico que representan: no los ven, los niegan, los borran; “pobre imbécil”, te dicen para insultarte.
Les desagrada profundamente que, en defensa de su apuesta de vida López Obrador invoque incluso el evangelio: “su evangelio”. ¡Sacrilegio!, gritan y desgarran sus vestiduras porque un presidente juarista como Andrés Manuel cita al Papa, esas y esos que no dijeron nada sobre la evidente ruptura del Estado laico que se produjo con Salinas de Gortari, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto postrados ante el pontífice en turno. Ya se les olvidó que en el pasado revolucionario de América Latina hay más cruces que hoces y martillos, y que pesa más la “opción preferencial por los pobres”, la palabra de Monseñor Óscar Arnulfo Romero y de Ignacio Ellacuria que los dogmas del partido comunista. Ya se les olvidó también que “en el nombre de Dios” actuaron los escuadrones de la muerte y que su caudillo Felipe Calderón alzaba, como Francisco Franco, una cruz y una espada ensangrentadas.
Como nunca antes, los conservadores se sienten en condiciones de librar lo que consideran será “la batalla decisiva” en contra del gobierno democrático de López Obrador. Apuestan a que la muerte y el caos se ceben, como siempre, en los más pobres. Tienen —salvo honrosas excepciones— el apoyo de los medios de comunicación y a los más rapaces e ideologizados entre los barones del dinero. Como no tienen al ejército han establecido lazos con el crimen organizado y esperan que esos de los que hablan con tanto desprecio caigan derrotados por el virus o terminen seducidos y se alcen en contra de quien ha apostado su vida por ellos. Quieren tumbar a López Obrador. Se empeñarán a fondo, estoy seguro. Fracasarán, también estoy seguro. No entienden que no es contra ellos, carajo, sino con los pobres porque esa es la única apuesta sensata.
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