MÉRIDA.– “Empecé este oficio desde que era prácticamente un niño, a los 11 años, ya que como no me gustaba ir a la escuela, mejor decidí salirme y trabajar cortando y vendiendo cocos, yo mismo los bajaba de las palmas y salía a venderlos; ahora ya son 64 años que tengo realizando esto”, dijo don Oscar Magaña Rodríguez, originario de Progreso, de 75 años de edad, quien vive en la calle 79 por 100-A de la colonia Nueva Sambulá.
El entrevistado señaló que, aunque sus padres le brindaron todas las herramientas para que estudiara, él decidió que no lo haría y tomó la decisión de tener un empleo.
“Jamás he tenido otro trabajo, aun a pesar de haber tenido 4 hijos y que éstos decidieron estudiar; siempre me he dedicado a lo mismo; me gusta salir a vender por las calles y ver a la gente”, indicó.
Al principio, como era sólo un “chamaco”, pues lo hacía de vez en cuando, pero conforme fueron pasando los años la jornada también aumentó y todos los días salía allá en su puerto natal, donde los turistas eran sus principales cliente y con quienes entablaba conversaciones.
Hoy en día ya no es el mismo “Oscarcito, el de los coquitos”, como era conocido en Progreso cuando era un niño; ahora ya es un señor que, a pesar de su edad, aún conserva la alegría y frescura de todo aquel que hace lo que ama.
Los hijos de don Óscar han crecido y se han marchado a formar sus propias familias; sin embargo, no se olvidan de él y lo ayudan en lo que pueden; por otro lado, don Óscar es beneficiario de “65 y Más”, además de que aún tiene ánimos para seguir trabajando.
Comentó que los días martes, jueves y sábado vende las hojas de las palmeras en las panaderías, y sólo los domingos, de 13:00 a 19:00 horas, vende cocos en la vía pública.
Él vive con su esposa Gloria Couoh Magaña, de 68 años; ambos se ayudan para sacar los gastos de su hogar, puesto que ella también se ha dedicado al mismo oficio, aunque a diferencia de él, doña Gloria vende en un lugar fijo, donde ofrece cremitas de coco, además del agua de coco.
Manifestó que, como ya no pueden bajarlos, compra los cocos a $80 la docena; él los vende a 10 pesos por unidad, de manera que obtiene en promedio unos $100 limpios cuando sale los domingos.
“Soy feliz en lo que hago, puedo decir que en mi vida hubieron muchos cocos y aún los hay”, dijo mientras partía uno para nuestra reportera, seguidamente terminó y se marchó feliz en su triciclo en busca de más clientes.