MÉXICO, D.F. (apro).- Un terremoto de 8.1 grados en escala de Richter sorprendió a los habitantes de esta ciudad la mañana del 19 de septiembre de 1985. Miles murieron, 3 mil 192, según la estimación oficial; alrededor de 40 mil, fijó el Servicio Sismológico Nacional (SSN).
Unos 4 mil heridos fueron rescatados de entre los escombros, de acuerdo con esta última fuente, en un hecho donde la energía liberada del terremoto fue equivalente a mil 114 bombas atómicas de 20 kilotones cada una.
Alrededor de 30 mil viviendas quedaron completamente destruidas, otras 68 mil quedaron dañadas, 400 edificios colapsaron y un millón 200 mil quedaron sin energía eléctrica. La ciudad estuvo semanas incomunicada por los daños que sufrieron los servicios de teléfono, telégrafo y correo, también la televisión.
A 30 años, la tragedia permanece en la memoria colectiva e individual de quienes la sufrieron en carne propia.
Estos son algunos testimonios que ilustran lo que miles vivieron aquel 19 de septiembre, poco después de amanecer, a las 7:19 horas.
Alfonso Castro es fundador del conjunto habitacional Tlatelolco, y él vivía en un edificio que da a la avenida Ricardo Flores Magón. Recuerda que ese día estaba en su cama con su hijo de dos años y su esposa Rosy, quien estaba embarazada. Veían el noticiero de Guillermo Ochoa, Hoy Mismo, cuando la conductora Lourdes Ramos comentó: “Está temblando”.
Luego se fue la señal, pero cuando terminó el movimiento, ambos se prepararon para ir a trabajar. Ella trabajaba en Bancrecer y las oficinas estaban en el Hotel de México, hoy WTC.
“Yo la llevaba diario, y a Poncho (su hijo) lo pasamos a dejar aquí a la guardería (que aún está frente a la unidad). No nos lo querían recibir porque decían que no tenían gas ni electricidad ni nada pero les iban a dar sándwiches y jugos y entonces lo dejamos”, recuerda.
Fue cuando él y su esposa iniciaron el camino hacia la colonia Nápoles que dimensionaron lo que había ocurrido. Observaron los edificios colapsados del Centro Médico, ubicado sobre la avenida Cuauhtémoc, y vieron otro edificio desplomarse cuando pasaban por ahí.
Como pudo, él llegó hasta el trabajo de su esposa sólo para que le dijeran que las labores se habían suspendido. Regresaron a Tlatelolco, y el señor Castro prendió su radio y escuchó a Jacobo Zabludovsky decir que el edificio Nuevo León se había caído. Su mamá vivía en el edificio de al lado, el Yucatán, y colindaba justamente con el módulo que había colapsado.
“Exactamente a esa hora mi hermana llevaba a sus hijos a la escuela y se iba con mi mamá. Cuando dijeron eso me fui corriendo hacia allá. Entré exactamente a la mitad, entre Flores Magón y Manuel González, bajé el puente, pero yo veía todo normal. Seguí caminando, cuando llegué había mucho polvo y un claro en donde estaba el módulo que se cayó que era el norte.
“Vi todo el desastre que había y entre piedras y todo me fui al Yucatán, llegué, le toqué a mi mamá y no había nadie. Me bajé y caminé por el Nuevo León y empecé a preguntar a la gente pero nadie la había visto, me desesperé y me regresé a mi casa”, relata.
Su preocupación se desvaneció temporalmente cuando un vecino, cuyos hijos vivían en un edificio en la colonia Guerrero, llegó a pedirle ayuda. El edificio era nuevo pero sucumbió al temblor. Lograron sacarlos.
Cuando regresó a su departamento, otra vecina llegó a pedirle ayuda pues su hija, sus nietos y su yerno vivían en el módulo del edificio Nuevo León, que se había caído.
Con lo que tuvieron a mano, empezaron a escarbar entre los escombros, trabajaron día y noche.
“Vimos al tenor Plácido Domingo (cuatro familiares vivían y murieron en el edificio Nuevo León), a mucha gente, pero todos uno solo. Como se podía se sacaban piedras, tramos de varilla, el chiste era buscar sobrevivientes y sí había”.
La mayoría ayudaba pero algunos, dice, sólo fueron a saquear. La gente debió organizarse en brigadas para ahuyentar a los ladrones.
Durante cuatro días Alfonso tuvo la incertidumbre de si su madre estaría entre los escombros. Pasado ese tiempo supo que se había ido con su hermana. “Afortunadamente por cinco minutos que se tardó mi hermana, no la agarró el desplome del Nuevo León”, relata.
Según los cálculos que hizo el gobierno, fueron 200 personas las que murieron en el edificio Nuevo León, pero Castro cree que fueron muchos más. Eran alrededor de 104 departamentos y, por la hora, la mayoría aún estaba ahí.
Muchos lograron sobrevivir, aunque hubo casos en que niños quedaron huérfanos. Fue el caso de Vianey, Angélica, Luz María, Érica y José Cruz Palacios, cuyos padres murieron sepultados entre los escombros del edificio Nuevo León.
Su caso fue tomado por una fundación estadunidense creada por Janet Rogozinski y Constance Gavin, en aquel entonces esposa del embajador de Estados Unidos en México, Jon Gavin. Como habían quedado huérfanos, los hermanos querían buscarles una familia adoptiva en el vecino país y, aunque hubo interesados en adoptarlos, su tío, quien se quedó a cargo de ellos, se negó porque le habían prometido que obtendría una casa con los fondos donados por Plácido Domingo.
Así fue, como muchos damnificados de Tlatelolco, obtuvieron una casa en la colonia Chinampac de Juárez, Iztapalapa. Apro buscó a la familia en la dirección exacta proporcionada por Rogozinski. Nadie abrió pero una vecina contó que hace más 10 años el tío de los huérfanos vendió la casa y nunca volvieron a saber de ellos.
El testimonio de Yadira y Oralia
Yadira y Oralia González Bravo perdieron a su mamá, su hermano y su tía en el temblor. Yadira tenía 11 años, pasó nueve horas bajo escombros que le provocaron lesiones por compresión grave en su mano y pie. Oralia escapó sin heridas físicas. Ellas sí recibieron ayuda de la fundación creada por Rogozinski y Gavin.
Yadira fue operada en México pero fue enviada a evaluación en UCLA con el doctor William Oppenheim, quien le dio más tratamiento para su pierna. Después ella y su hermana recibieron becas para estudiar en la Ciudad de México. Ambas quedaron al cuidado de su abuela, quien falleció hace unos días, también en septiembre.
Algunos de los edificios emblemáticos que cayeron en el terremoto, además del Nuevo León, de Tlatelolco, fueron: El Hospital General de México, Hospital Juárez, Centro Médico Nacional del IMSS, tres edificios del Multifamiliar Juárez, el popular café Súper Leche, los hoteles Regis y del Prado.
También el edificio de las costureras de San Antonio Abad; edificios gubernamentales como los de las secretarías de Comercio y Fomento Industrial y la de Comunicaciones y Transportes, así como instituciones académicas como el Conalep Centro Histórico.