Vaya que los pronósticos para este año no son muy halagüeños. Como bien señaló un dirigente de los comerciantes, ahora la cuesta económica no sólo ocurre en enero, sino prácticamente todo el año.
Hay mucho que decir al respecto, pero hoy quiero referirme a otro tema que como sociedad nos debe hacer reflexionar y a cambiar nuestras conductas y actitudes como ciudadanos.
Entre las recientes publicaciones del Diario figuró una sumamente ilustrativa, en la que se ve a un empleado municipal barriendo un enorme cúmulo de desperdicios generados por la propia gente que, por comodidad y sin conciencia, tira a la calle, pensando que es obligación del Ayuntamiento barrerla.
Siempre he compartido la idea de que la ciudad más limpia no es la que más se barre, sino la que menos se ensucia, lo que implica la educación de no tirar desperdicios en detrimento de la salud y del medio ambiente.
Más aún, en el caso de Mérida, que ha sido durante muchos años catalogada como “Ciudad Blanca” -no sólo por sus albarradas lechadas, sino también por su limpieza- nosotros deberíamos tener mayor responsabilidad de demostrar a propios y ajenos que esa frase no ha sido un eslogan publicitario.
Pienso que ésta debería ser una de las políticas públicas que debería adoptar cualquier suspirante a la alcaldía de Mérida: Devolver a nuestra querida ciudad ese capital referencial de “Ciudad Blanca”.
Y la “blancura” también pasa por el hecho de que somos una ciudad con poca delincuencia -salvo la oficial que implica el impune robo del dinero del pueblo- y con gente, en términos generales, con actitud amable.
Esto desde luego tendrá repercusiones en materia económica ya que sería un potente atractivo para el turismo nacional e internacional.
Pero esto sólo se lograría con el concurso y participación de todas las partes: autoridad y sociedad. Estoy seguro de que muchos asegurarán que esto no es posible. Yo digo que sí se puede, sólo es cuestión de voluntad política y mucha educación social.
Y quiero poner un ejemplo muy claro de cómo sí es posible. En el mundo existen varias leyes consideradas “increíbles” y una de ella fue la que se emitió en Singapur, que prohíbe el consumo de la goma de mascar. ¿Por qué la decisión de establecer esa veda? Las autoridades de ese lugar se percataron de que ya era un problema grave no sólo para imagen de limpieza, sino porque afectaba la operatividad de servicios.
Según se aprecia en el ciberespacio, se trata de una norma emitida por el gobierno de Singapur que habría entrado en vigor desde 1992, que prohíbe la importación, fabricación y venta de chicle, señalando como causa la conducta incivilizada de sus consumidores que, pegando la goma de mascar en puertas y paredes, han perjudicado el funcionamiento de metros, trenes y ascensores.
Diez años después, en 2002, un diario mexicano publicó que Singapur se mantenía firme en su prohibición.
En 2010 una noticia similar aseguraba, en el portal Terra, que el gobierno no derogaba la ley. Desde luego que nada se logra por decreto, pero ahí entre los orientales la educación y la disciplina hicieron que Singapur fuera reconocido como uno de los lugares más limpios del planeta.
El principio del cambio comienza con nosotros. Por favor, recordemos aquella frase de “ponga la basura en su lugar”. Entre todos podemos lograr que Mérida sea de nuevo la “Ciudad Blanca”.- Mérida, Yucatán.